Niños, niñas y adolescentes: de riesgo social a agentes misionales

 

 

 

Presentado a Global Missiology

 

 

 

 

Greg W. Burch

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marzo 2011

 

 

 

Misión a los Piaröas

“Será una noche larga”, me dije mientras estaba acostado en mi asiento y preparado para nuestra decimotercera hora de viaje en autobús hacia la ciudad de Puerto Ayacucho cerca de la frontera entre Venezuela y Colombia. Yo viví en Venezuela por seis años, principalmente trabajando con el ministerio Niños de la Luz, pero la vida y el ministerio en Caracas no me prepararon de ninguna manera para este viaje misionero en el Estado Amazonas. En este viaje yo iba acompañado por varios miembros de nuestro grupo y un grupo de muchachos que vivían en una casa hogar para niños en situación de calle.

Era temprano en la mañana cuando me despertó uno de los muchachos que estaba sentado a mi lado. “Hemos llegado al Orinoco” me dijo. ¡El famoso río Orinoco era algo que ansiosamente esperaba ver, solo que no estaba preparado para verlo a las 5:30am! Pronto llegamos a Puerto Ayacucho, desde allí tomamos una camioneta y llegamos a la comunidad  a la cual habíamos sido invitados para servir. Al entrar a la comunidad indígena inmediatamente nos saludaron los niños del pueblo. Era obvio que el mundo urbano había penetrado en el pueblo, porque mucha gente estaba vestida con ropa que no era típica y algunos inclusive vivían en pequeñas casas de concreto.

Los niños y jóvenes que nos habían acompañado en este viaje se re-                  conectaron  inmediatamente con otros jóvenes que habían conocido en un viaje anterior. Fuimos al lugar en que nos quedaríamos por los próximos días. Nos organizamos, colgamos nuestras hamacas y nos acomodamos. Durante los próximos días, en la noche ayudábamos con los servicios de la iglesia y en el día trabajábamos en proyectos y juegos. Los líderes de la comunidad elogiaban a los muchachos por su arduo trabajo en el campo durante el día, los muchachos que nos acompañaron en este viaje eran una parte esencial de nuestra labor ministerial.

Cada mañana antes de salir para el ministerio, los muchachos se reunían para orar en grupo y pedir a Dios que los guiara en la manera que debían proceder en sus actividades; después del tiempo de oración, los jóvenes comenzaban su tiempo de servicio en las comunidades indígenas, pintando, limpiando el terreno y atendiendo otras necesidades en el área de construcción, como trabajos de electricidad; algunos participaban en la cocina. Todo se hacía para servirle a la comunidad local donde se llevaba a cabo el ministerio. Cada noche después de terminar los proyectos de servicio y darse un baño frío en el río local, los muchachos tenían la oportunidad de enseñarle a los jóvenes locales acerca de Jesús a través de juegos y películas.

Tal vez el aspecto más importante de este paseo consistió en observar cómo Dios utilizaba a estos muchachos para servirles a niños, niñas y adultos de la comunidad. En nuestro viaje de regreso a Caracas, mientras estaba sentado en el autobús, a oscuras y preparándome para dormirme, uno de los muchachos se sentó a mi lado y me pidió que le contara mi testimonio. Cuando comencé a compartir mi jornada con él, de repente se me ocurrió que el punto dramático de transformación en mi vida ocurrió cuando tenía dieciséis años durante a un viaje misionero a corto plazo. Fue en ese momento en que Dios le dio una vuelta a mi vida. Marco también tenía dieciséis años y era evidente que Dios también estaba trabajando poderosamente en su vida. No me pareció una coincidencia que pudiéramos compartir esta aventura juntos.

 

 

 

Ministerio a niños en situaciones de calle[1]

Los grupos de jóvenes actuales del ministerio Niños de la Luz han estado sirviendo  por varios años a los indígenas del interior del país. El equipo se prepara para dichos viajes mediante oraciones y ayuno, recaudando fondos, recolectando juguetes y reciben capacitación para la obra misionero. Los jóvenes y los líderes buscan involucrarse con la comunidad de la iglesia local y otras comunidades que participan en el ministerio en Caracas, Venezuela. Mientras que los proyectos misioneros a corto plazo se han convertido en un lugar común para muchos grupos juveniles e iglesias de Norteamérica, este grupo es diferente.

El ministerio con quien yo trabajaba estaba dedicado a ayudar a niños que viven en la calle y niños que trabajan en la ciudad capital, Caracas. Como parte de su estrategia de ministerio, el equipo misionero responde a las necesidades de los niños que viven debajo de puentes y en callejones oscuros, iluminando una luz donde solo hay oscuridad. No es inusual que los niños tengan adicciones a las drogas, y la violencia es una técnica común de supervivencia. Como parte del programa de asistencia multifacético el ministerio tiene un programa llamado la Casa Hogar El Faro; localizado en una hacienda de cinco hectáreas que está aproximadamente a una hora de Caracas. En la hacienda hay tres casas donde los niños y adolescentes viven con sus padres substitutos quienes los cuidan como si fueran sus propios hijos. Algunos de los niños se van de la hacienda pocos días después de que llegan, regresando a la calle, mientras que otros se quedan varios años, haciendo de la comunidad El Faro, su familia.       

Cada año, varios miembros del personal invitan a un grupo de muchachos interesados para que participen en proyectos sociales a corto plazo, principalmente entre grupos indígenas del Amazonas. Durante los últimos cinco años, los niños han servido principalmente a las comunidades indígenas de los Piaröa y los Warao. Algunos jóvenes han viajado al extranjero para asistir a conferencias de misiones y se han involucrado en el ministerio intercultural en países vecinos.

 

Entendiendo el amor de Dios por los niños y niñas

Como hemos visto en la historia de los misioneros jóvenes, Dios desea utilizar a los niños, niñas y adolescentes para extender su reino. En septiembre de 2004, comenzó un dialogo internacional sobre la importancia de los niños y las niñas en el reino de Dios[2]. Lo que se inició en el 2004, llegó a desarrollarse completamente a través de la Conferencia Cutting Edge de Viva Internacional en septiembre del 2005, en Cirencester, Reino Unido. De esta discusión ha resultado un documento Bíblico, además de una variedad de literatura y artículos, y un libro que fue publicado a finales del año 2007.[3] La estructura comprende de siete principios claves. Ellos son:

1.      Dios crea a cada persona exclusiva como un niño o niña con dignidad.

2.      Los niños y niñas necesitan el amor paternal en un mundo roto.

3.      Dios nos da a los niños y niñas como un regalo para acogerlos y cuidarlos.

4.      La sociedad tiene una responsabilidad dada por Dios para el bienestar de los niños, niñas y las familias.

5.      Los niños y niñas son la promesa de esperanza para cada generación.

6.      Dios acoge completamente a los niños y niñas en la familia de fe.

7.      Los niños y niñas son esenciales para la misión de Dios.

Cada principio representa un entendimiento Bíblico del amor de Dios por los niños y las niñas. Aunque merece hacer referencia a cada una de las declaraciones y estas son críticas para entender el lugar que ocupan los y las niñas en la misión de Dios, mi enfoque en este reporte será principalmente en el principio número siete: Los niños y niñas son esenciales para la misión de Dios.

Hay dos maneras para entender el lugar de los niños y las niñas en la comunidad de Dios: (1) Los niños y las niñas son esenciales porque la Iglesia nunca será todo lo que Dios quiere que sea, hasta que los niños y las niñas se conviertan en nuestro enfoque en las compañas misioneras y sean invitados a la comunidad Cristiana; y (2) Los niños y las niñas son esenciales porque se requiere su participación activa para cumplir la misión de Dios de reconciliar a la humanidad con Él mismo. Es decir, debemos ver la misión de Dios desde una perspectiva ‘centrípeta’ y ‘centrífuga’. A medida que niñas, niños y adolescentes son invitados a la Iglesia, la participación activa en campañas misioneras debe ser motivada y también el resultado natural de su relación con Cristo. Históricamente, la comunidad Cristiana se ha enfocado en los niños y las niñas solamente como recipientes de misiones u objetos de la misión, porque pensábamos, éste es nuestro rol como adultos para alcanzar a los niños y niñas. Ahora estamos comenzando a reconocer que dichos niños y niñas han sido creados con un potencial para ser agentes de transformación.

¿Qué significa que los niños y niñas sean esenciales para la misión de Dios? Como hemos visto en la historia de los jóvenes que participan en proyectos misioneros a corto plazo en Venezuela, niñas, niños y adolescentes tiene la habilidad no solo para participar con adultos, pero también de ser los personajes principales para esparcir las buenas nuevas, cruzando barreras y límites para aquellas personas que no asisten a la iglesia y de distintas culturas a regiones donde la  Palabra no ha sido presentada y donde las semillas de la palabra aun tienen que brotar.

 

Perspectiva histórica

Los niños y las niñas en riesgo[4] tienen un enorme potencial para ser usados por Dios en su misión de reconciliación. Muchos de aquellos y aquellas que han sido conmovidos y transformados por situaciones horrendas de la vida en la calle y abuso, hoy en día están siendo usado como instrumentos de Dios para participar en la misión de Dios. Más allá de una pregunta sesgada: ¿Debemos hacer misiones a corto plazo? Estoy proponiendo el acercamiento alternativo que hoy asume el lugar de misiones a corto plazo entre culturas y motiva la participación activa de aquellos y aquellas que normalmente están considerados como ‘niños y niñas en riesgo’.[5] Podemos ver que hay unas cuantas evidencias históricas de tales prácticas, sin embargo, existen algunos ejemplos de niños y niñas involucrados en misiones. Por lo menos algunos de estos ejemplos se pueden describir como ‘a corto plazo’ aunque vacilo en incluir el término misión debido a los acercamientos violentos. Las misiones auténticas no deben ser violentas ni reprimidas.  

Los Cruzada de Niños del 1212 DC. es un ejemplo de los esfuerzos de los jóvenes para cumplir un proyecto misionero.[6] Iniciado por un joven llamado Nicolás de Cologne, el movimiento atraía a miles de niños de Alemania y Francia que respondían al llamado de Dios para librar a Jerusalén de los Musulmanes. Camino a la Ciudad Santa, muchos se morían de hambre y exposición y otros eran vendidos como esclavos y enfrentaban una vida de abuso (Sexton 2006). Su misión definitivamente falló.

Otro ejemplo nos llega de la Latinoamérica colonial. El fraile, Toribio de Motolinía,[7] escribiendo desde Nueva España durante el siglo dieciséis, describe a jóvenes indígenas involucrados en actividades misioneras para alcanzar a otros nativos que aun tenían que convertirse a la Cristiandad:

Dos años después de la muerte del niño Cristóbal[8], un fraile Dominicano llamado Fraile Bernardino Minaya y sus compañeros vinieron a Tlaxacallan, camino a la provincia de Oaxyecac. En ese momento el guardia del monasterio de Tlaxacallan era nuestro padre, de gloriosa memoria, Fraile Martín de Valencia, a quien los padres Dominicanos le pedían que les diera algunos de los muchachos a quienes le habíamos enseñado para ayudarles con el fin de enseñar los elementos de la fe, si hubiese alguien quien, por el amor a Dios, estuviera dispuesto a ir y hacer dicho trabajo.  Cuando se les preguntó a los muchachos, hubo dos voluntarios, ambos eran niños muy apuestos y eran hijos de personajes importantes. Uno se llamaba Antonio. Él tenía un sirviente de su misma edad, llamado Juan. El otro se llamaba Diego. En el momento en que estaban a punto de comenzar, el Padre Martín de Valencia les dijo: ‘Hijos míos, consideren que se van a ir de su propia tierra y que van a estar entre personas que aun no conocen a Dios, y creo que encontrarán muchas dificultades. Yo siento sus problemas como si ustedes fueran mis propios hijos e inclusive temo que los puedan matar en sus viajes. (1950, 250-251).

 

Se dice que estos jóvenes misioneros eran de la misma edad de Cristóbal, quien en escritos anteriores de Motolinía se describe como una persona de doce o trece años. Los niños valientemente se ofrecieron como voluntarios para ir con los frailes visitantes a evangelizar aquellos a quienes aun no se les había contado acerca de Cristo. Al escuchar de su posible muerte como voluntarios para tal trabajo, los niños estando de acuerdo respondieron:

Estamos listos para ir con los padres y por amor a Dios aceptar de buena voluntad cualquier dificultad; y si Él quiere tomar nuestras vidas, ¿porqué no las hemos de dar por Él?, ¿Acaso no mataron a San Pedro crucificándolo y degollaron a San Pablo? y ¿No despellejaron a San Bartolomé sirviéndole a Dios? Porqué entonces, no debemos morir nosotros por Él, si es Su disposición. (1950, 251)

 

La valentía y el coraje de estos jóvenes con toda certeza merecen nuestro respeto y resalta su obligación al compromiso misionero durante este período de tiempo en el antiguo México.[9]

Otro ejemplo es una historia más reciente sobre el ministerio de Emma Whittmore. Whittmore fundó la misión ‘Puerta de Esperanza’ para niñas en situaciones de calle. Su primer hogar fue establecido en 1890 en la ciudad de Nueva York, pero para el momento de su muerte en 1931, tenía cerca de cien hogares en ciudades alrededor del mundo. Muchas de las niñas que Whittmore ayudó, más adelante se convirtieron en misioneras, ayudando a la gente de los barrios pobres de Nueva York y más allá (Tucker 1988).  En este caso vemos un deseo intrínseco de las niñas por ayudar a muchachas jóvenes en circunstancias similares.

En la historia contemporánea también hay otros ejemplos. Reportes recientes de Mozambique relatan que miles de niños han sido equipados para cuidar a enfermos y para predicar la Palabra, y como resultado personas han aceptando a Cristo y están siendo transformadas. También nos cuentan de congregaciones de niños en Argentina y su ministerio entre personas de negocios durante la hora del almuerzo. Frecuentemente van a los parques a orar por aquellos que lo deseen. Como resultado de este ministerio, la congregación adulta también a comenzado a crecer (Glanville 2007, 275-276).

 

Niños como participantes activos en la misión de Dios

No debe sorprendernos al ver como Dios utiliza a niños, niñas y jóvenes con antecedentes desfavorables para que sean protagonistas de su misión. Varios personajes bíblicos con certeza nos convencen que el poder de Dios trabaja de maneras sorprendentes. Algunos ejemplos de jóvenes utilizados por Dios de manera poderosa son: José (Génesis 37); María (Mateo. 1:18ff.); El leproso (Marcos 1:40-45); El Buen Samaritano (Lucas 10:25-37); y la Mujer Samaritana (Juan 4:1-42).

Como se practica comúnmente, una cosa es participar en proyectos misioneros a corto plazo, enfocándose en ayudar a los niños y las niñas; pero es completamente diferente participar en misiones a corto plazo con niños, niñas y jóvenes que salen de circunstancias en riesgo. Considerando que los niños y las niñas en situaciones de calle y otros en riesgo, son víctimas de circunstancias horribles quienes necesitan ayuda, creo que es hora que, teniendo en cuenta sus antecedentes, consideremos invitarlos a participar en proyectos de misiones transculturales. Muchos opinan que a los niños y las niñas se les debe dar la oportunidad de responder al mensaje de Jesucristo,  y sinceramente estoy de acuerdo con esta creencia, pero también creo que necesitamos pensar en esto desde otra perspectiva a medida que los niños y niñas comienzan a integrarse en la Iglesia.

Una teoría de participación de la niñez que puede ayudarnos en nuestro deseo de involucrar a los niños y niñas en campañas misioneras es la escalera de participación de Roger Hart (1992). Hart utiliza una ilustración de una escalera para describir la importancia de participar en responder a las necesidades de niños y niñas en riesgo social, pero me gustaría aplicar la teoría de este concepto, enfocada en la niñez como participante activa en campañas misioneras a corto plazo.

Los pasos de la escalera de participación desarrollan un acercamiento progresivo hacia la participación total y la acción centrada en los niños y niñas. La escalera progresa a medida que la participación se mueve de simbolismo a una autentica participación centrada en los niños. La parte inferior de la escalera incluye Manipulación, Decoración y Participación Simbólica. Ninguno de estos desarrollos sería considerado participación auténtica, en cambio nos lleva al uso y en algunos casos la explotación de niños, niñas y jóvenes como títeres de una misión.

El abuso espiritual puede ocurrir cuando se obliga a las niñas, niños y jóvenes para que formen parte de algo que verdaderamente no repercute en quien son ellos como individuos. Se debe tener cuidado para que niñas, niños y jóvenes no sean manipulados de ninguna manera, ni que sean obligados a participar activamente en el cuidado de otros. Esto debe ser una repuesta auténtica y espontanea y de compasión de su parte, producto de un acercamiento de Dios en sus vidas.

Hay muchas iglesias y organizaciones que invitan a niños y niñas para que participen en misiones a corto plazo, pero hay pocas que verdaderamente reconocen la importancia de una acción participativa de compromiso. Muchos prefieren permitir que los  niños y las niñas participen a cierto nivel sin darles un rol central al involucrarse en misiones. Continuando la escalera progresiva encontramos a los que podemos referirnos como grados de participación centrados en las niñas y niños. Las siguientes áreas consisten en  Asignados pero InformadosConsultados e Informados, Decisiones Iniciadas por Adultos y Compartidas con los niños y niñas y finalmente encontramos mucha participación a través de Decisiones Iniciadas y Dirigidas por niños y niñas y Decisiones por ellos y Compartidas con Adultos (ver figura 1). Estas áreas se enfocan en un acercamiento progresivo hacia el control de niños, niñas y adolescentes sobre acciones y procesos. A medida que niños, niñas y adolescentes progresan en

 

Modelos no participativos

  1. Manipulación
  2. Decoración
  3. Participación simbólica

 

Modelos participativos

  1. Asignados pero informados
  2. Consultados e informados
  3. Iniciada por adultos, decisiones compartidas con los niños y niñas

Modelos de alta participación

  1. Iniciadas y dirigidas por los niños y niñas
  2. Iniciadas por los niño y niñas, compartidas con los adultos

 

 


 

Figura 1: Escalera de participación por Hart, adaptado por Burch

 

 

 

 


su conocimiento sobre la misión de Dios, se debe motivar la participación activa sobre la participación pasiva para que se involucren enérgicamente y los lleve al liderazgo. Al aplicar la teoría misionera participativa, se aconseja considerar un acercamiento progresivo; uno en el cual niños, niñas y adolescentes tengan mentores y sean dirigidos hacia las siguientes etapas de participación total.

Un proyecto misionero no debe llegar a este punto sin entrenamiento en liderazgo y desarrollo en conocimientos de organización, pero debe llegar el momento en que niñas, niños o adolescentes estén listos para dirigir un proyecto a corto plazo. Nuestra meta para los niños y niñas que superan situaciones de riesgo debe ser aumentar la participación en Decisiones Iniciadas y Dirigidas por los Niños y Niñas o definitivamente, Decisiones Iniciadas por los Niños y Niñas y Compartidas con los Adultos.

De hecho, creo que este es un tema clave para transformar la vida de los niños y las niñas que están superando situaciones de riesgo: Amar a nuestro prójimo.’ Y es probablemente una de las mejores estrategias de restauración que podemos ofrecerle a estos niños y niñas. Como hemos visto con la participación de los jóvenes de Niños de la Luz en Venezuela, es necesario un desarrollo progresivo de la participación con el fin de ser justo con el joven que se involucra. En Venezuela, el gran parte de liderazgo juvenil aún no está preparado para dar el paso de tomar Decisiones Iniciadas por Niños y Niñas y Compartidas con Adultos. Pero su gran participación en proyectos misioneros a corto plazo ha motivado su lugar como agentes de misión y autoridad, creándoles propiedad de un ministerio muy importante de gente necesitada.[10]

El ministerio en Venezuela progresivamente está teniendo más acción participativa de los niños y jóvenes en los proyectos misioneros y sirve como un ejemplo de soluciones creativas para motivar a los niños y las niñas en riesgo para que comiencen a aplicar el principio Bíblico  de cuidar al ‘prójimo’. Un joven, después de participar en un programa misional a corto plazo dijo: “Fue maravilloso poder cortarle el cabello a los niños y sentir todo lo que Dios está haciendo en su vida a través de mí”. Quizás la clave para este nuevo concepto de compromisos misioneros dirigidos por niños, niñas y adolescentes es el lugar que ocupa el poder mediante el servicio.

 

 

 

 

 

Empoderamiento en las misiones

 

El tema del empoderamiento es complejo. El empoderamiento regularmente se refiere a movimientos minoritarios y discursos políticos, y frecuentemente ha sido asociado con gente como John Locke, Karl Marx, Susan B. Anthony, Martin Luther King Jr. y Paulo Freire (Weissberg 1999). El empoderamiento normalmente es visto como un acercamiento externo para permitir que aquellos quienes se consideran sin poder aumenten su autoridad y poder en cualquier área.

Sin embargo, creo que el empoderamiento debe ser una decisión interna; no puede ser forzado sobre alguien. Kassey Garba (1999), en su artículo titulado, “La Estrategia de Empoderamiento Endógeno: Un estudio sobre las Mujeres de Nigeria” cita un empoderamiento endógeno que debe ser visto como lo contrario de un típico acercamiento exógeno que frecuentemente es utilizado por organizaciones no gubernamentales (ONGs), agencias Cristianas e iglesias. Una perspectiva del empoderamiento endógeno es un acercamiento que se adquiere internamente y motiva al agente (protagonista) a causar el cambio; es algo que el sujeto busca.

El empoderamiento exógeno es un acercamiento externo, originándose con un agente ajeno, no desde el interior del individuo o grupo que haya sido excluido o que haya perdido poder (Garba 1999). Al pedir un acercamiento endógeno para el poder, no estoy diciendo que no hay lugar para la animación externa, es decir, líderes Cristianos y organizadores de la comunidad pueden y deben desempeñar un rol de ayuda en esas posiciones de ausencia de poder para descubrir su dignidad y voz propia. Aquellos que estén en una posición de influencia pueden desempeñarse como agentes de cambio y estimular las condiciones para que se origine el empoderamiento.

La manera en que el mundo ve a los niños y las niñas afecta cómo ellos se perciben a sí mismos y a los que los rodean. Esto incluye cómo ellos perciben su lugar de control y sus suposiciones acerca de Dios[11]. Una de las formas para motivar su auto-dignidad y una auto-estima sana es motivando el empoderamiento a través de campañas misioneros. Si continuamos permitiendo que niños, niñas y jóvenes en riesgo con antecedentes complicados, tengan un concepto propio de víctima y de recipientes pasivos, fallamos en reconocer debidamente el imago Dei en que han sido creados. Como líderes externos, quienes tienen autoridad sobre los jóvenes, deben tener como tarea principal animar, es decir,  motivar las ganas de vivir en el alma de los niños e incitarlos a que tomen acción. (Friedmann 1992).

Pidiendo prestado el concepto de Paulo Freire concientização (levantando conciencia), debe haber una concientización de las condiciones sociales y espirituales en el trabajo de cualquier comunidad dada. Los niños, niñas y adolescentes, en riesgo, frecuentemente son forzados a recibir información y raramente se les da la oportunidad de discernir el llamado de Dios en cuanto a lo que Él quiere que sean y hagan en esta misión mundial.

Freire es mejor conocido por su revolucionaria pedagogía en la que cita la paradigma de concientización que motiva a pobres y oprimidos para “aprender a percibir contradicciones sociales, políticas y económicas, y a tomar acción en contra de los elementos opresivos de la realidad” (1993, 35). Mi propósito al tratar esta ideología es preguntar: ¿Qué ocurriría si motiváramos a niños, niñas y adolescentes a leer la Biblia con una perspectiva misionera? La Biblia es frecuentemente utilizada para enseñarles a los niños y las niñas lo correcto y lo incorrecto; y aunque yo no niego que su lugar es guiar a niños, niñas y adultos en el desarrollo moral y espiritual, creo que debemos motivar a niños, niñas y adolescentes para que apliquen las escrituras a su vida, incluyendo el llamado a las misiones. Mi suposición es que, sin importar su madurez cristiana, dentro de cada niño o niña que acepta a Cristo existe un deseo interno para comprometerse en un rol misional con otros que estén necesitados.     

A la educación Cristiana contemporánea la falta los ingredientes principales para motivar el empoderamiento que lleva a la acción misionera en la vida de los niños y las niñas que provienen de situaciones complejas. Freire llama a la educación tradicional “educación bancaria” (1993,72).

Este concepto bancario también puede ser apreciado en el contexto de trabajar con niños en situaciones de calle y otros niños en riesgo. Frecuentemente pensamos que al servirles a los niños y niñas ellos son los únicos beneficiados, es decir, son un tipo de cuenta bancaria en que ellos no tienen nada para ofrecer. La filosofía de Freire interpreta las relaciones humanas como de sujeto a sujeto y no de sujeto a objeto. Si continuamos viendo a niñas, niños y adolescentes solo como receptores mecánicos, caemos en la creencia que los niños solo son seres pasivos; aquellos que, usando la terminología de Freire, simplemente son “seres manejables” y no son considerados como personas que pueden participar en la transformación de su propia vida y la de otros. Cristo nos llama para que seamos transformadores como también recipientes de amor.

El paradigma del reino de Dios nos llama a que nos alejemos radicalmente de la mentalidad de víctimas en que muchas iglesias y organizaciones caen cuando se les da servicio a niñas y niños en riesgo. Es decir, ven a estos niños y niñas simplemente como víctimas del medio ambiente y como los objetos en que demos invertir, en lugar de verlos también como contribuyentes, personas que son agentes de transformación al igual que los individuos que están tratando de ayudar. Mientras tanto no podemos negar el hecho que los niños en situaciones de calle y otros son víctimas, en el sentido de que han sido sujetos de actos inmorales e inhumanos; debemos superar la visión de que son víctimas no participativas. Los niños y las niñas deben ser percibidos como protagonistas del drama de la vida, con habilidad para traerle esperanza a la vida de otros. Definitivamente, este tipo de interacción con niños y niñas llevará a una relación pedagógica, donde tanto los niños y niñas como los líderes adultos son educados sobre la misión de Dios. Mi amigo Duglas de Venezuela es un buen ejemplo de este tipo de relación. 

 

 

La historia de Duglas

Uno de los primeros muchachos que conocí mientras participaba en un viaje de misiones a corto plazo en Caracas en 1993, se llamaba Duglas. Desde 1993, Duglas ha atravesado varias pruebas severas en su vida. En sus años de juventud, antes de la vida en la calle, él vivía con su mamá y su padrastro. Ellos vivían en un vecindario muy pobre en las afueras de Caracas. Duglas fue enviado a las calles de su mega-ciudad para mendigar y cuando regresaba con suficiente dinero, era elogiado con una palmadita en la cabeza diciéndole, “buen chico”, pero cuando regresaba con menos de la cuota requerida le pegaban y lo insultaban.

Un día Duglas tomó la decisión de quedarse en la calle para siempre, dejar atrás su vida de abuso y buscar su propia subsistencia en las mezquinas calles de Caracas. Pasó la mayor parte de su tiempo consumiendo drogas y robando comida y otras cosas que quería. A veces, cuando  él y sus amigos estaban realmente desesperados por comida, lanzaban ratones muertos en las mesas que estaban al aire libre para que las personas se alejaran de la comida, con tiempo suficiente para ellos agarrar la comida y salir corriendo. Un día, mientras contactábamos a muchachos en el bulevar, mi compañero y yo notamos que él estaba cerca. Duglas inmediatamente nos mostró algunas heridas que tenía en el estómago, que luego se convirtieron en sarna. Después de llevarlo al médico, Duglas estaba desesperado por dejar la calle, entonces lo invitamos a la Casa Hogar El Faro. Después de un tiempo Duglas se curó físicamente, pero los años de abuso y la vida en la calle hacía que fuera difícil que se curara emocionalmente. Una noche mientras limpiaba uno de los cuartos de los muchachos, noté un cuchillo debajo de la cama de Duglas. Se había acostumbrado tanto a tener que protegerse que aun sentía la necesidad de tener un arma.

Mientras Duglas vivía en la Casa Hogar El Faro, comenzó a mostrar interés en Dios y le entregó su vida. Desarrolló su relación con el Señor, pero aun luchaba para obedecer las reglas y disciplina de la casa. Un día escuchamos la triste noticia acerca de la muerte de uno de los niños de la calle. Algunos de nosotros del ministerio fuimos a la funeraria donde estaban velando al muchacho. Indeciso, invité a Duglas para que nos acompañara, sabiendo que el quisiera llorar la muerte de su amigo, pero preocupado de que se volviera a contactar con sus viejos amigos. Como lo temíamos, el grupo de muchachos con el cual Duglas había compartido la mayor parte del tiempo mientras estuvo en las calles, también vino al funeral. Lo que me sorprendió fue la manera en que Duglas les respondió. Poderosamente proclamó la esperanza y el poder restaurativo que solo se puede encontrar en Jesús. Compartió lo que Dios ha hecho por él y lo mucho que el Señor ama a cada uno de ellos. ¡Esta fue una reacción espontánea por haber encontrado a Dios!  Los adultos no tuvimos que dirigirlo en esta experiencia. Mediante esta ocurrencia agredí mucho acerca de la manera en que Dios actúa en vida de los jóvenes que le han entregado su vida. Estoy agradecido por amigos como Duglas quienes han tocado mi vida a través de su ejemplo.

Hoy, como miembro del personal de Niños de la Luz, Duglas continúa proclamando el amor de Dios a niños y niñas en riesgo. Duglas y su esposa Ismerling, son los padres de dos preciosos niños y son creyentes comprometidos en búsqueda de restaurar a otros niños provenientes de situaciones en riesgo (Burch 2005, 153-156).

 

Más allá de la caridad

El antropólogo y autor, Tobias Hecht (1998), habla del tema asistencialismo y su tendencia dentro de organizaciones de caridad e iglesias, la sobre-ayuda a la ‘victima’ de una manera que previene la verdadera transformación y crea dependencia. Tal vez una de las razones por la cual no hemos considerado la participación de niños en riesgo en campañas misioneras es porque muchos son pobres. Muchos piensan que los pobres no tienen el deseo de dar, por lo contrario que solo necesitan recibir. Esto simplemente es una mala perpectiva.

Jayakumar Christian, en su libro, God of the Empty-Handed: Poverty, Power and the Kingdom of God (Dios del que tiene las manos vacías: pobreza, poder y el reino de Dios), dice: “La pobreza no . . . estropea el potencial de los pobres para que sean agentes de transformación” (1999, 50). Los pobres (incluyendo los niños y las niñas en riesgo) pueden ser agentes de misiones, participando naturalmente en proclamación y buenas obras.

Un ejemplo del poder de dichos niños y niñas puede verse en el  ‘Movimento Nacional de Meninos e Meninas de Rua’ o Movimiento Nacional de Niños y Niñas de la Calle (MNMMR) en Brasil. En Junio de 1985, se formó el MNMMR para convertir a los educadores de los niños de la calle y a los niños y niñas mismos en una fuerza política con el fin de luchar en contra de la falta de poder y la pobreza. (Swift 1997). “En Mayo de 1986, en el primer evento de este tipo, aproximadamente 500 niños de la calle y niños que trabajan . . . fueron transportados, junto con sus educadores, a Brasilia para la reunión” (1997, 106).

 Jóvenes y líderes fueron al congreso nacional Brasilero y manifestaron por las necesidades de los niños y niñas pobres de todas partes. Ellos lucharon para cambiar la sociedad. Como resultado de su presión anual en el congreso Brasilero y la labor de los defensores de los niños y niñas, le otorgaron derechos constitucionales a los niños y las niñas y ahora es obligatorio que “la familia, la sociedad y el estado protejan a niños y adolescentes como un asunto que absoluta prioridad” (1997, 115).

Niños, niñas y jóvenes pueden convertirse en agentes de transformación en la sociedad y la Iglesia. El padre Bruno Sechi, un Sacerdote Salesiano, fue un apoyo para el comienzo del  MNMMR. Antes de la concepción del movimiento nacional, el Padre Sechi trabajó con un grupo de jóvenes Cristianos. Estudiaron la Biblia juntos y se preguntaron: ¿Qué haría Jesús en medio de tanto sufrimiento y pobreza? Como resultado de la lectura de las Escrituras, los jóvenes empezaron a notar las necesidades de la gente a su alrededor (Swift 1997). Este mismo grupo de jóvenes que comenzó a trabajar con los niños que vivían o trabajaban en la calle y eventualmente formó el MNMMR. Este es solo un ejemplo de lo que se puede lograr dándole poder a los jóvenes. La participación en proyectos misioneros a corto plazo es algo que impacta la vida de los recipientes como también la de los jóvenes que han recibido el poder de responder en la tarea de reconciliar a la gente con su Creador.

Mientras seguimos desarrollando la concientización en los jóvenes sobre las misiones, se deben utilizar los recursos bíblicos como herramienta principal para enfocarlos en el compromiso misionero. Por mucho tiempo la Biblia ha sido fuente de motivación a corto plazo y también ha sido empleada en carreras misioneras. Yo afirmo que niños, niñas y jóvenes, sin importar su nivel actual de riesgo social, deben ser dirigidos hacia la lectura de la Biblia como un recurso clave para desarrollar un enfoque misionero de la vida. Si la alfabetización es un problema, se deben buscar otras maneras para leer la Biblia (audio, relato etc.). La Biblia fue un instrumento para guiarme cuando era joven, cuando luchaba con asuntos potencialmente serios durante mi niñez y adolescencia. La influencia positiva de algunos mentores en mi vida y la lectura de la Biblia fueron los que me llevaron a participar por primera vez en campañas de misiones a corto plazo, lo cual a su vez transformó mi propia vida. 

Una herramienta que puede ser utilizada para desarrollar la idea de una campaña misionera es una relación compenetrada. Yo creo que el diálogo o mejor dicho el ‘diálogo entre tres’ en la lectura de la Biblia puede habilitar una perspectiva misionera en los jóvenes. Al incluir la ‘diálogo entre tres elementos’ en nuestra lectura misionera de las escrituras (ver figura 2), creamos una experiencia de aprendizaje tanto para el niño y la niña como para el adulto. Este encuentro de tres elementos incluye la Biblia, el educador (misionero, pastor, etc.) y el niño, niña o joven. Otra manera de decir esto es que necesitamos la integración de tres voces: el pasaje bíblico, el líder Cristiano y el niño, niña o joven. Incluido en este encuentro dialógico está la voz del Espíritu Santo que nos ilumina la Palabra de Dios mientras leemos. El Espíritu Santo nos habla mientras dialogamos entre las Escrituras y el contexto.

En el proceso de ‘diálogo entre tres elementos’ buscamos un acercamiento multifacético a las misiones en múltiples niveles. Mientras la Biblia nos habla, dentro del contexto se desarrolla una atmósfera mutua de aprendizaje, en la cual tanto niños y niñas como adultos reciben poder internamente. Los niveles múltiples en que esto ocurre son: (1) Realidades sociales y (2) Realidades espirituales, sin fragmentarlas de una manera dual.

Radial Diagram

                             Figura 2: Participación de tres elementos

 

Otro principio Bíblico importante que debe invitarse a ser mencionado en el contexto es la encarnación. La encarnación debe enfocar nuestro método de ‘diálogo entre tres elementos’ hacia un lugar de misión verdadera en el mudo actual.  David Bosch escribió: “Si vamos a tomar la encarnación seriamente, La Palabra debe convertirse en carne en cada contexto nuevo” (1991, 21). Es la encarnación de Dios la que guía las misiones de adultos y jóvenes.

Al invitar a Dios a que entre en una conversación acerca de misiones, no solo estamos invitando a Dios para que nos hable a través de la Biblia, sino que lo invitamos a que se apodere de la conversación guiando la estrategia, el plan y la dirección del compromiso. Entonces, finalmente es Dios quien ocupa el rol  principal en la implementación de su misión.

La Biblia debe ser nuestra principal prioridad para motivar a los jóvenes a que se conecten con la misión de Dios. Carlos Van Engen dice que “no podemos tener una misión sin la Biblia, ni podemos entender la Biblia apartados de la misión de Dios.” (1996, 37). La Biblia es la fuente principal de una misión y sin su voz fracasaremos en entender la intención de Dios para movilizar a niños y niñas heridos hacia una fuerza misionera.

Al motivar a los jóvenes, niños y niñas para que lean la Biblia, debemos tener cuidado de no interpretar la Biblia por ellos y ellas. Si es necesario, debe explicarse el entendimiento básico de la cultura y el contexto, pero el joven debe tener la libertad de leer la Biblia tal y como es. A través de los años hemos tenido como cristianos la tendencia de ver a niños, niñas y jóvenes en contextos bíblicos como adultos, fallando en reconocer su juventud.

Mi experiencia me guía a creer que al interpretar las Escrituras, los niños, niñas y adolescentes no son influenciados por la edad. Como los adultos quienes frecuentemente somos guiados a ignorar la edad o el género de aquellos del texto bíblico. ¿Qué tan a menudo hemos escuchado historias de Moisés o José sin enfocarse en su edad? Mientras dialogamos con los niños y las niñas sobre el entendimiento apropiado de la Biblia, basándonos en género o edad, disfrutaremos un nuevo entendimiento de algunos pasajes familiares. Al permitirles a jóvenes, niñas y niños leer la Biblia por su propio bien, ellos serán motivados naturalmente para participar en la misión de Dios.

 

 

 

Conclusión

La actual directora del ministerio Niños de la Luz en Venezuela, compartía acerca de un reciente viaje de misión a corto plazo junto con un grupo de muchachos que ministraron en una comunidad indígena de río Orinoco en la Amazonía Venezolana. “Puedo recordar cuando me iba del Alto Carinagua. José estaba llorando mientras nos subíamos al bote que nos llevaría a la ciudad. Se preguntó a sí mismo: ¿Por qué estoy llorando?” Después de unos minutos de hacerse esta pregunta, dijo: ‘Me encanta hacer esto---llevar el amor de Dios a estas personas que tienen tantas necesidades. Quiero ir a la universidad, estudiar y luego quiero ir a compartir la Palabra de Dios con la gente”.  Como resultado de este viaje de misiones a corto plazo, José fue impactado profundamente por haber tenido la oportunidad de participar en este proyecto. Este mismo muchacho, hace unos años atrás dormía en la calle en la noche y vendiendo rosas y dulces en el día.

Ella cuenta acerca de otro muchacho, Jorge, quien tuvo una reacción similar. “Otro de nuestros muchachos que estaba sentado junto a mí cuando nos íbamos del pueblo, también estaba llorando cuando me dijo: ‘¡Siento que he dejado parte de mí corazón aquí!’ Ella le dijo: ‘Nunca me olvidaré de la primera experiencia de Jorge en un viaje de misiones, cuando él dijo, ‘No he podido dormir porque no dejo de pensar lo egoísta que he sido, pensando solo en mí y ahora entiendo que hay otras personas con aun más necesidades que yo’”

A medida que niños y niñas con antecedentes difíciles se involucran cumplir con misiones, empiezan a encontrarse a sí mismos sirviéndoles a otras personas. El “prójimo” comienza a ser su centro de atención, impactando profundamente sus propias vidas como también la vida de aquellos a quienes han tenido el privilegio de servirles.

 

“El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el terreno y el cachorro de león y un niño pequeño los guiará” (NVI).

 

Isaías 11:6

 

Originalmente este articulo fue publicado en Ingles como Children at Risk in Short-term Missional Engagement. In Effective Engagement in Short-term Missions: Doing it Right!, edited by R. J. Priest. Pasadena, CA: William Carey Library (2008).

 

 

 

Referencias

 

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Maryknoll: Orbis Books.

 

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Weissberg, Robert (1999). The Politics of Empowerment. Westport, CT: Praeger.

 



[1] Un término familiar para describir a niños que viven y trabajan en la calle es,  “niños de la calle”. En el libro Community Children (Niños de la Comunidad) (Burch 2005), como el título lo dice, yo en el concepto misiólogo es más apropiado referirse a ‘niños de la comunidad’. En mi libro explico a fondo el porqué siento que el término niños de la calle no es el más apropiado para estos niños.

[2] En lo que se refiere a ‘niños’ y ‘niñas’ en éste documento yo asumo la definición de las Naciones Unidas e incluye a cualquier persona menor de dieciocho años de edad. Yo, ocasionalmente, también usaré el término joven cuando me refiera específicamente a los jóvenes.

[3] Referirse a ‘Understanding God's Heart for Children: Toward a Biblical Framework’. Editado by Douglas McConnell, Jennifer Orona y Paul Stockley. Monrovia, CA: World Vision-Authentic, 2007.

 

[4] Al utilizar el término ‘niños en riesgo’ me estoy refiriendo a “niños en riesgo de no alcanzar su potencial dado por Dios, física, ambiental, mental, social y espiritualmente” (McDonald 2000, 16). Este término se ha convertido en una expresión familiar para referirse a los niños y jóvenes provenientes de áreas en riesgo tales como: estilo de vida callejero, abuso físico, verbal y sexual, desnutrición, pobreza extrema, tráfico, niños obreros, etc.  Algunos discuten que todos los niños que han aceptado al Cristo deberían ser considerados ‘en riesgo’. Mientras que esto es generalmente cierto, dado el contexto de éste reporte, yo me estoy enfocando en jóvenes provenientes de uno de tantos factores sociales de riesgo arriba mencionados.

[5] Se asume que estos ‘ niños en riesgo’ a los que me refiero son niños o jóvenes que han recibido a Cristo y han reconocido su necesidad por el Salvador, a pesar de los continuos factores sociales de riesgo.

[6] Este evento ha sido disputado por algunos historiadores. Algunos sugieren que la terminología de hecho no se está refiriendo a niños, si no a peones sin tierra.  Algunos aspectos del evento son probablemente de ficción.

[7] Fray Toribio de Motolinía fue uno de los ‘doce discípulos’ invitado por el Padre Martín de Valencia para acompañarlo en su viaje a predicar las escrituras a los habitantes de Nueva España. También fue el número seis de la lista de invitados a Nueva España en la carta que le envió el General de los Franciscanos al Padre Martín de Valencia. Antes de adoptar su nombre mundial “Motolinía”, se le refería como Fray Toribio de Benavente. El fraile tomó el nombre Motolinía al enterarse que significaba “pobre” en el idioma Nahuatl (Motolinína 1950, 1-2).

[8] El niño Cristóbal era un joven de doce o trece años de edad a quien su padre escondió de los frailes. El padre envió a sus otros tres hijos al monasterio,  como lo pidieron los Frailes Dominicanos. Después de la eventual conversión de Cristóbal, él comenzó la búsqueda para convertir a su padre y quitar los ídolos que tenía en su casa. Esto enfureció a su padre y a una de sus esposas; entonces planearon matarlo y eventualmente teniendo éxito (Motolinía 1950, 246-248).

[9] Es importante reconocer que Richard C. Trexler (1982) discute que los niños indígenas frecuentemente fueron usados y explotados por oficiales de la Iglesia durante la evangelización del antiguo México. Trexler dice:  “La estrategia del clérigo Cristiano involucra apiadar a los jóvenes de Nueva España de sus padres y de los ancianos; en la antigua Conquista Española grupos de indios jóvenes cruzaron limites de tribus y encontraron nuevos padres entre los sacerdotes.” (1982, 115). Cuando los sacerdotes Católicos empezaron a enseñarles a los indios acerca del Cristianismo, los niños fueron doctrinados para pensar completamente diferente a la manera en que pensaban antes de su internado.  Muchos jóvenes nativos fueron manipulados para cometer actos violentos hacia los sacerdotes indígenas y otras personas en nombre del cristianismo, y se involucraron en forzar a otros para que se convirtieran en la fe. 

[10] Debemos tener en cuenta los niveles básicos del desarrollo infantil y la madurez. No estoy sugiriendo que esperamos que un muchacho muy joven planee e implemente un proyecto humanitario complejo, en cambio nos orientamos hacia proyectos misioneros dirigidos por niños y jóvenes según su nivel de madurez y desarrollo. Los adultos líderes de proyectos son responsables de supervisar el proceso de selección de los niños que sean potenciales líderes. 

[11] Gundelina Velazco (2002) presenta uno de los mejores estudios sobre los niños de la calle y sus observaciones mundiales.  El reporte se titula “Las observaciones mundiales de los niños de la calle”. Es una investigación enfocada en elementos específicos sobre las observaciones mundiales entre los niños de la calle en Brasil, Filipinas, India y Suráfrica.